Querido Estados Unidos, por favor, recuerda cómo acabaste convertido en el país más rico de la historia. No fue mediante el proteccionismo, ni mediante los bancos de propiedad estatal o el miedo al libre comercio. No, la fórmula era muy sencilla: construyan una economía realmente flexible y abierta, toleren la destrucción creativa para que el capital muerto se recanalice rápidamente hacia ideas y empresas mejores, viertan en ella los inmigrantes más diversos, inteligentes y enérgicos de todos los rincones del mundo, y después remuevan y repitan, remuevan y repitan, remuevan y repitan, remuevan y repitan.
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