(…) Y es entonces, cuando alguien muere, y te llegan a los sentidos el vaho de eu cabello en verano, la frescura de sus pecas en invierno, el mensaje de su ropa… Es entonces cuando te preguntas si os abrazásteis lo bastante.
Inevitablemente uno mira a su alrededor para comprobar si está abrazando lo bastante a quienes le rodean e importan. Y comprende que hay mucho abrazo vano y mucho besuqueo en el aire, pero que nos falta acercar el pecho, darse con el torso uno de esos toques profundos, una de esas transmisiones de afecto que el otro metaboliza, que le acompañan.(…)